Masivos, abiertos, online y gratuitos. Los cursos nacieron con la promesa de democratizar la educación superior de élite. Pues de repente usted podía hacer un grado de la Universidad de Stanford, de Harvard o un exclusivo MBA de Georgetown a coste cero y sin tener que moverse. Y, además, podría ponerlo en el currículum. Demasiado bueno para ser verdad, pero lo era. Y de alguna manera lo sigue siendo.
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